VIDA PÚBLICA Y PRIVADA DE LAS
EXPLOSIONES
por Gocho Versolari
INTRODUCCIÓN
Hiroshima, Nagasaki y el cuerpo de
mi abuelo.
Avanzado el siglo XX y coincidiendo
con los inicios de la guerra civil española, mi abuelo emigró de España a
Argentina con su esposa y tres hijos. De raigambre católica,
y siguiendo el precepto bíblico, nueve más nacieron en el país latinoamericano La familia se instaló en una pequeña finca en
las proximidades de Balcarce, un pueblo tradicional y conservador de la Provincia de Buenos Aires.
La continuación de la historia es trágica;
mi padre la ocultó durante los años de mi infancia y con el paso del tiempo
pude armarla en base a fragmentos de relatos parciales de primos y de otros
parientes. Quedan lagunas que no he podido llenar: fui hijo único; mis tíos
están muertos y mis primos dispersos, pero lo que he recogido es esencialmente
lo que ocurrió.
Mi abuelo violó a una de sus hijas,
luego de lo cual entró en sucesivas crisis de desesperación hasta que una tarde se amarró al cuello la piedra del molino, arrojándose al
tanque. La muerte fue instantánea; quizá la ideación suicida haya rondado en su
mente durante años, pero para la familia se trató de un evento inesperado (de
una explosión) y con el curso del tiempo
tres de mis tíos también se suicidaron. En cuanto al resto, incluido mi padre, todos
tuvieron en algún momento intentos de quitarse la vida. Mi tía violada, tuvo un
hijo producto del incesto (De aborto ni hablar en esa época), el cual habría
sufrido discriminación y rechazo como “fruto del pecado”. Con el paso del
tiempo hizo una carrera delictiva y terminó abatido por la policía.
Este es uno de los esbozos autobiográficos que incluiré en los artículos
que siguen como parte de un método que comprende la reflexión, desarrollos
filosóficos, hechos históricos y a veces noticias periodísticas. Me acercaré a
las explosiones a través de su vida pública : historia y descripción de los estallidos colectivos y a su vida
privada: las explosiones individuales que marcan cada una de nuestras vidas.
En el ámbito virtual de un relato, estos trozos de intenso contenido
personal son un símbolo de la inserción de mi cuerpo en las ideas que iré
desarrollando; se corresponden con el abandono de la objetividad del
observador, quien, de un modo u otro, se encuentra inmerso en aquello que
pretende explicar. En términos generales se identifica con la corriente a la
que llaman Epistemología del cuerpo.
Yendo a las explosiones, la tragedia familiar que tiene como epicentro
el suicidio de mi abuelo paterno y que afectara a su descendencia, es una explosión
individual, cuyas leyes son similares a las que ocurren en los niveles
colectivos: un país se apropia de pronto de una colectividad y de un día para el otro son destruidas sus
cosmovisiones y expoliados habitantes y recursos; dos países inician una guerra
súbita a partir de la cual las explosiones físicas se suceden con todas las
consecuencias.
En agosto de 1945 el ejército de los Estados Unidos lanzó por
primera vez en la historia, sendas bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Además de los cientos de miles de víctimas, las explosiones se prolongaron en
la historia hasta el día de hoy. Las consecuencias más importantes fueron
las alteraciones genéticas que
comprometieron los nacimientos de las nuevas generaciones. Por las lesiones
visibles que se manifestaban en sus cuerpos los hibakusha, que así se
llaman a los sobrevivientes, debieron sobrellevar una vida de miedo y
discriminación; el temor infundado de quienes los rodeaban a un supuesto
contagio por parte de enfermedades desconocidas; el sentimiento de culpa por
haber sobrevivido al desastre. Esta masiva matanza de civiles a fines de la
Segunda Guerra Mundial, dio origen a cientos de manifestaciones artísticas, de
reflexiones, de estudios, de movimientos políticos, sociales y religiosos en
contra de todo tipo de confrontación. De
este modo, la onda expansiva del estallido de las bombas no se ha detenido,
sino que se prolongó y generó sucesivas contra explosiones que llegan hasta hoy
Intimidades del Big Bang
El Big-Bang
es el modelo mítico que pretende explicar el origen del universo a
partir de una explosión paradigmática..
La teoría del
Bing Bang o Gran Explosión o literalmente Gran Estallido, supone que, hace
entre 12.000 y 15.000 millones de años, toda la materia, la masa del Universo
estaba concentrada en un punto en una zona extraordinariamente pequeña del
espacio reducido lo que se llamaba núcleo primigenio o átomo primigenio o
también átomo primordial o principal, la masa, que ocupaba ese espacio
reducido, era de tal densidad que una pequeñísima porción pesaría millones de
toneladas y la presión y como también la temperatura eran tan elevadas que ese
“ átomo primordial “explotó y con ello la materia salió impulsada con gran
energía en todas direcciones y a grandes velocidades surgiendo así el universo.
Origen del
universo - Pedro Santoyo Rodríguez[a] - Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
Cabe
señalar que esta postura fue impulsada por un científico que a la vez es
sacerdote católico: George Lemaitre. Es evidente que el Big-Bang trata de
incorporar el mito de la creación según la Biblia, lo que lo lleva a la iglesia
a través del Papa Bergoglio a afirmar que “El Big bang no contradice la
existencia de Dios, sino que la exige”.
El mito
es imprescindible para completar una explicación humana cuando la ciencia llega
a sus propios límites y se encuentra frente a realidades que superan la
capacidad racional. La Biblia se convierte de este modo en lo que llamo un mito
de poder, ya que es introducido en la ciencia a través de una organización que
detenta una hegemonía cultural y política desde hace más de dos mil años.
Al Big Bang
se lo llama la Gran Explosión. Ahora bien, la concentración que describe
de la materia y su posterior expansión podría tener otro modelo, como de hecho
lo es la Teoría del Estado Estacionario o de Creación continua, elaborada y
desarrollada por Hermann Bond, Thomas Glod y Fred Hoyle. Apunta la misma a la
eternidad del universo, y por lo tanto a la carencia de un inicio y de un fin. Ambas teorías intentan responder a los límites
intrínsecos de la ciencia y para ello apelan a estructuras míticas propias de
occidente y de oriente: por un lado, la creación ex nihilo y por el otro
la eternidad del mundo, propia de las cosmovisiones orientales.
Volviendo al Big- bang, aparte de buscar la
explicación del mito bíblico de la creación, es significativo que se haya
elegido la explosión como modelo. La historia es presentada a nosotros en forma
de sucesivas explosiones: hechos militares como decisivos en el curso de los acontecimientos; guerras entre grupos étnicos, guerras
religiosas, entre naciones, guerras de conquista, golpes de estado,
migraciones, desplazamientos, masacres; genocidios. Quienes elaboraron y
aplicaron el mito dándole la forma de un modelo al que llamaron Big-Bang,
ubicaron la explosión en el inicio de todo lo que existe, brindándole así una
jerarquía arquetípica. Es así que nuestra cultura elige interpretar la historia,
personal o colectiva como una cadena de
explosiones concatenadas que se repetirán en nuevas guerras. La impresión es
que los grupos humanos no tienen otra salida. Podría afirmarse que al hombre se
lo podría definir como un animal racional y a la vez explosionario. En este
y en los artículos que siguen procuraré brindar otras alternativas a esta cosmovisión
basada en los estallidos.
Cabe
señalar que para que ocurra una explosión deben encontrarse principios opuestos
en un contexto de confrontación. Ambos interactúan violentamente, y ya se trate
de acciones de seres vivos o de elementos inanimados, uno de estos principios
debe reemplazar al otro de un modo violento. De acuerdo con los principios de
tercero excluido, no contradicción e identidad de la lógica aristotélica, los opuestos no pueden coincidir en un mismo
espacio.
Más
adelante desarrollaré los conceptos de ying y yang: principios enfrentados, pero que, a diferencia
de la lógica occidental, tienen la capacidad de transformarse el uno en el otro
y por lo tanto de fluir ordenadamente: ese equilibrio es lo que garantiza la
salud según la Medicina Tradicional China. Este desarrollo particular de la
ciencia médica también contempla el equivalente a las explosiones en casos muy
específicos: por un lado a ciertas terapias extremas en
casos límites: quemar partes del cuerpo con moxa para evitar la muerte, por
ejemplo. Por otro lado, el equivalente a los estallidos es lo que se conoce
como “energías perversas”:
el frío, el calor la humedad que de pronto invaden el cuerpo en una
proporción más intensa de la que el organismo pueda soportar. En muchos casos
la prognosis de estos procesos podría ser
la muerte por lo que se aconsejan módulos especiales y atípicos de tratamiento.
El miedo a la explosión
Algo
terrible está por suceder. Cuando ocurra, quiero tenerte cerca
Diálogo
de la película “ Distancia de rescate”
( Fever Dream) de Claudia Llosa
Proyectada
por Netflix – 2021.
Crecí en un barrio periférico de la
ciudad de Mar del Plata, en Argentina. La zona
se urbanizó en los años de mi
infancia. Recuerdo haber jugado en calle de tierra, que se asfaltó a mis siete
años. Durante mucho tiempo se permitió la tracción a sangre, de modo que mi
niñez se desarrolló entre desvencijados carros arrastrados por caballos, que transitaban por la
calzada.
A mis 8 ó
9 años, recuerdo por esa calle el avance lento de un camión despidiendo una espesa columna de humo negro. Vivíamos en
un piso superior, de modo que yo podía observar el espectáculo por la ventana,
aunque el humo del vehículo era espeso y ocultaba la visión. Mi madre había ido
a realizar una compra, y de pronto escuché
sus gritos que llegaban de la escalera. Luego supe que alguien había sugerido que el camión estaba por
explotar y ante ese anuncio, mi madre aseguró haber oído el principio del estallido. Ya en la
vivienda, me ordenó a los gritos que
cerrara la ventana y me apartara
de ella. En tanto, el camión siguió su rumbo, sin explotar. El peligro pasó, pero
mi madre quedó angustiada y con palpitaciones que persistieron durante varios
días.
Tiempo antes de este incidente,
cuando yo contaba seis años, recuerdo
que me despertaron en la madrugada. Me extrañó ver a mi madre, vestida tan sólo
con el camisón que usaba para dormir. Me tomó en brazos y junto con mi padre
salimos a la calle, también repleta de vecinos, todos a medio vestir y con
expresiones de alarma.
Con el paso de los años supe que
era setiembre de 1955, fecha en que se produjo uno de las asonadas más
importantes y cruentas de Argentina: los militares habían derrocado a Juan
Domingo Perón; se persiguieron activistas y hubo cantidad de muertos. Aquella noche
el ejército se habían alzado, en Mar del Plata y las radios informaban una amenaza de bombardear la base naval que
quedaba en las afueras de la ciudad. Las noticias agregaban que podría ser
atacada la población civil.
En medio de una niebla de terror,
mis padres y los vecinos esperaron en la calle hasta el amanecer, cuando se
informó que el peligro había pasado.
El miedo a la
explosión es una explosión en sí misma. Luego de los incidentes que acabo de
relatar, en los años que siguieron y marcando el resto de mi infancia y mi
adolescencia, la Guerra Fría entre Rusia
y Estados Unidos insufló en la población mundial el miedo al estallido nuclear
que, de producirse, sería la causa de un apocalipsis.
Del mismo modo
juega el terror a la guerra, ya que la misma funciona como una enorme explosión
cuyo impacto no se limita a la caída de las bombas sino a una transformación
destructiva que afecta todos los aspectos de la vida.
Algo que
utilizaré muy a menudo en esta serie de pantallazos sobre las explosiones, son
los discursos y el contenido público de las declaraciones de Donald Trump. Los
mismos están plagados de mitos de poder. Sobre los mismos volveré en otros
trabajos, pero baste decir que se trata de relatos imaginarios o al menos no
del todo ciertos, que apuntan a lograr o mantener el poder de una persona o de
un grupo. Estos mitos de poder han sido utilizados desde la más remota
antigüedad por figuras de la historia como Herodes, Atila, los
emperadores romanos, etc.
En los discursos de Donald Trump emitidos en
su campaña de 2016 y dirigidos al público, hubo una constante: se describía una
situación terrible, como el avance de las pandillas o los crímenes
proyectados por los inmigrantes. Estas explosiones, de producirse, desequilibrarían a
la clase media de Estados Unidos; eran una fuerza externa que acechaba
dispuesta a apoderarse de sus vidas o propiedades. Cuando el miedo a la
explosión que se describía se tornaba insostenible, Trump afirmaba: “Nosotros
no dejaremos que eso suceda”, siendo esta frase el latiguillo de sus
discursos. El mito de poder jugaba con el miedo a explosiones, que sólo el orador podría
detener. Los discursos eran así relatos
míticos capaces de generar la idea de que el propio cuerpo de Trump, podría
servir de muro protector en ese mundo plagado de estallidos amenazantes. Los discursos dieron resultado,
ya que en ese año, ganó la presidencia, basado en el terror casi arquetípico a
esa explosión que podría convertir las vidas más o menos estables de sus
votantes en un gigantesco caos.
Consideraciones finales y avances
del trabajo.
Recapitulando:
Explosión es el evento tanto
individual como colectivo por el cual una
persona, un grupo o una comunidad sufren una agresión súbita, inesperada
que altera el entorno físico y conmueve los fundamentos de la cultura. Como
resultado, se derriban las murallas
naturales y el suceso deja en al grupo o al individuo vulnerables para que puedan ser dominados. Cautiverios y traslados destruyen a nivel colectivo el vínculo con la
naturaleza y aniquilan las fuentes de alimento,
la capacidad de expresión y las pautas de culturas a veces milenarias.
En el caso individual, la capacidad de equilibrio del sujeto se destruye y a
partir de allí se desata la tendencia a construir cosmovisiones deformadas que
culminarán en pérdida de identidad. Etnocidios y genocidios: tanto a nivel
individual como colectivo, la explosión tiende a aniquilar la vida.
Desde los
primeros documentos escritos, se describen poderosos imperios apropiándose de
pueblos enteros. Algunos ejemplos al pasar:
la invasión de los asirios a los judíos, que trajo como resultado la
primera destrucción del templo de Israel; las invasiones al reino de las Galias
por parte de Julio César; la persecución de los cristianos durante los primeros
tres siglos de nuestra era; la persecución
y el asesinato de las brujas por
parte de la iglesia en plena edad moderna; la conquista de América y el
sometimiento de los pueblos nativos. En este caso, es necesario destacar que el
fenómeno se había reproducido en los propios pueblos de América durante la
época precolombina: cantidad de poblaciones ya habían sufrido la dominación y
las subsecuentes explosiones de los grandes imperios autóctonos.
En el plano
individual el proceso de Explosión reproduce en escala las leyes de los
estallidos colectivos. Cuando
el niño sufre agresiones, malos tratos, abandonos y todas las variantes de
abuso, se rompe el esquema mítico que conserva y sostiene la personalidad. A
partir de allí el sujeto debe lidiar con una tendencia a la auto aniquilación
que se desarrollará durante la vida
En las excursiones a África en busca de esclavos por parte del imperio
portugués, la irrupción súbita de
ejércitos y clérigos es el resultado final de un largo proceso que habría
partido de la convicción absoluta de poseer la verdad, contenida en la cosmovisión del imperio dominante. Es un
hecho que los demás pueblos, cuyas culturas se consideran inferiores, deban
someterse de buen grado o no. El desembarco súbito de los colonizadores y la
apropiación de tierras, riquezas y gentes forman el impacto de la explosión. .
De todos modos, hay que distinguir estas realidades: explosiones que se
encuentran en la naturaleza: tsunamis, terremotos, volcanes, las que son
producidas por los hombres, de lo que señalo más arriba como el miedo a la
explosión; como la inminencia de la explosión en la vida cotidiana. La
percepción de que algo terrible está por ocurrir. Las religiones
advierten acerca de las tentaciones, de la posibilidad de caer en pecado, lo
que se presenta con el carácter inesperado de una explosión; en la política
está la certeza del hundimiento en caso que tome el poder tal o cual partido;
en el trabajo y en los medios de subsistencia, hay incertidumbre en cuanto a la estabilidad laboral y la
continuidad de mantener los recursos alimenticios. Los sistemas de salud de
casi todos los países, incompletos, onerosos e ineficientes, nos hacen percibir
la enfermedad como otro de los tantos estallidos que nos amenazan. Vivimos
entre explosiones. Nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro están
plagados de minas antipersonas. Andamos con la vida con la certeza de que si
pisamos en el lugar equivocado, todo estallará.
Esto genera un miedo inmovilizante que tratamos de conjurar con los anestésicos que la propia sociedad nos provee. Una rama de la cultura que comprende
desde los video juegos a las drogas nos permite olvidarnos transitoriamente de este mundo plagado de explosiones.
A pesar de
esto, toda explosión es una cuestión de percepción. Como ejemplo vaya el
tsunami del 2004 que afectó a las costas de Indonesia. Muchos pueblos nativos
de la región, guiados por chamanes, advirtieron las señales que la naturaleza
les brindaba; la inminencia de un cambio profundo y catastrófico. En
consecuencia, poco antes que ocurriera se trasladaron a las zonas más altas y
el número de víctimas fue mínimo. Los occidentales, completamente desvinculados
de las fuentes de lo natural, fueron quienes registraron el más importante
número de muertes.
En la
cosmovisión china, el ying y el yang se diferencian uno de otro por la
velocidad del movimiento. Así, la noche es predominante ying con un pequeño
yang. En el momento en que el ying de la noche parece llegar a su máximo, la
aceleración de un movimiento cósmico lo convierte en yang; entonces amanece y
se inicia el día.
Casi siempre,
la aparición súbita de un fenómeno viene precedida de antecedentes, señales,
avisos que para muchos pasan inadvertidos. Sólo quien conoce el proceso puede
prevenirlos. El afán de poder, el sentimiento de superioridad opaca esta
facultad. Los pueblos nativos de América sabían de la llegada de los españoles:
se los consideraba el dios Quetzalcóatl, que según los estudios realizados por
los imperios inca, azteca y maya se produciría hacia la época, que para nuestra medición del tiempo
correspondería a los inicios del siglo XVI. La profecía agregaba sus vestiduras
brillantes, es decir las armaduras y sus barbas como elementos propios del
dios. Lo que no pudieron prever es que
la llegada del avatar tendría un carácter tenebroso. A diferencia de su primera
aparición como héroe civilizador, que enseñó a los pueblos entre otras cosas el
cultivo del maíz, este Quetzalcoatl desató una dominación en que el continente
encontraría la destrucción de su cultura y la pérdida de millones de vidas.
Como afirma Dick Edgar Ibarra Grasso, sería uno de los tantos casos en la
historia en que una civilización inferior destruye a otra superior. La
cosmovisión impuesta por los imperios autóctonos con sus correspondientes
clericracias y dogmocracias, enturbió la capacidad de observar lo que podría
ocurrir. Existió el caso de algunos pueblos que al percibir la llegada de los
españoles escaparon a lugares inaccesibles y sólo fueron surgiendo con el paso
del tiempo, como los Saraguros en la actual Ecuador. Cabe señalar que ellos
pertenecían a la nobleza incaica, y hasta hoy todos visten exclusivamente de
negro: “luto eterno por la muerte de Atahualpa”.
En este vuelo de pájaro vimos a las explosiones influenciarse unas con otras y estallar de
pronto en las vidas cotidianas. Niños abandonados; guerras de Vietnam y del
Golfo, apropiación de esclavos en el continente africano; destrucciones y
ascensos de imperios. Las explosiones individuales forman un coro con las
colectivas y de ese modo las guerras mundiales, las destrucciones de los
templos judíos, los genocidios contemporáneos, las explosiones de Hiroshima y
Nagasaki, se unen al cuerpo de mi abuelo cayendo en el tanque del molino de su
finca.
Gocho
Versolari
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